20.4.04

El ABC de la lubricación

Acaba de robarme una milanesa.
Lo que más bronca me da es que freí dos: una para mí y otra para él. No tenía necesidad de robar. Traicionó mi buena fé. No me gusta ese tipo de comportamiento.
Es cierto que también hay algo en lo que procedí mal. Se supone que si uno regresa de una fiesta en la que comió montones de sanguchitos, empanadas y pizza, no debiera ponerse a freir milanesas porque tiene hambre. Tal vez él lo hizo para señalar mi error.

Conocí a una mujer particularmente detestable.

Y sigo así, como entre San Juan y Mendoza. Si no fuera porque sé que voy a volver, me iría. Te lo juro.

No me gustan las fiestas. Las reuniones de más de dos o tres personas me aburren, me alteran, me dan picor. Enseguida empiezo a extrañar el messenger y quiero estar en casa chateando con vos, aunque en la reunión te tenga en vivo y en directo.

Ya sé. Es enfermo. ¿Pero qué amor no lo es?

Finalmente todo colapsó. Pero también se arregló, en forma provisoria (como todo arreglo).
La gracia, el verdadero atractivo de la cosa está en lo perecedero. Lo demás es puro bla bla bla.

Se me tranca el enter. Arrancar cuesta muchísimo.

Acaba de comerse el cable de la impresora. No me gusta ese tipo de comportamiento que, tal vez, esté señalándome un nuevo error mío. Sólo que esta vez (te lo juro) no sé cuál es.

No aguanto a la gente.