27.2.04

Gisel Rímolo es un muppet

Se oxida. Eso es lo que pasa. Por eso el crujido permanente, la punzada oblicua justo acá.
Se puede aceitar pero dura un rato. La coca cola no afloja. Hay unas pastillitas rojas que tienen en la caja una pareja de ancianos chetos que están chochos de la vida.
Se las tomaron todas y les pegó bien. -¡Altas pastas! -dicen y ríen mostrando los restos de Corega.
No estoy segura. Temo que engorden o que los efectos colaterales sean, en verdad, la totalidad de las grandes fatalidades que reza el prospecto.
Mientras tanto se escuchan voces en idiomas maravillosamente deformes. -¡Pinches mamones ñetas que les chingue su madre! -pienso-, yo he tenido un mexicano de oro alguna vez.
Pero se oxida. Por eso alejas la vista del libro y ni con anteojos. Las letras bailan, dicen lo que se les ocurre en el momento.
Elige tu propia aventura.
Hay una canción que me gusta pero no puedo recordarla. Ni la letra, ni la melodía. Solo me retumba una base rítmica y me acuerdo que me gusta. Me obsesionan ese tipo de cosas.
No saber si eran uvasales o que otra cosa. Pierdo el sueño y luego duermo de día y contribuyo al óxido.
Por eso el crujido.
Mientras tanto, ellos disfrutan de la sana lubricación lumbar.
¿De qué se ríe la hiena?