10.1.04

Me río de janeiro

No es cierto que esta sea una temporada veranil bien chévere, hidrotinelli, todo hiperup, pumpararriba.
Los medios dicen que estamos a full, a fuel-oil, que no paramos de vender tangas y huevos de codorníz, pero mienten descamelladamente.
Aquí, en Valle del besugo apepsicolado el turismo ya llegó.
Catorce personas llegaron.
De las catorce, ocho son artesanos, dos son pareja, uno es jubilado de la industria del empotraje, otro es apicultor y el resto son estatuas vivientes.
De los artesanos, tres te graban tu nombre en un garbanzo, uno tiene reventa de estampitas del papa y de Maradona, otro hace macramé con bigote de camarón y el resto son polirubro o maxikiosco.
Los maxikioscos no venden cerveza despues de las once de la noche.
El jubilado toma sol, juega al tejo, escucha a Sumo y come sanguches de mila.
El apicultor estudia para ser artesano.
La pareja garcha.
De las dos estatuas vivientes, una es La Victoria Alada, la otra es La Victoria Abril.
O sea que:
No es cierto lo que por allí se comenta: que todo es opíparo, que es todo refulgente, que la cola para comprar ravioles.
Ravioles no hay. Ningún tipo de raviol.
No pasa naranja.
El último disco de Los piojos se deja escuchar sin problemas. Hay dos temas que están muy bien.
De los dos, uno me recuerda a mi novio, el otro no.
Y esta es la única verdad.
(Aunque usted no lo crea)