4.12.03

La venganza es un plato de carnes rojas.




En primer lugar, a los de Miramax habría que cencenarles los huevos. No es Kill Bill una película para cortarse, a pesar de espadas filosas, a pesar de larga duración. De hecho creo que ninguna película lo es (incluyendo el bodrio Matrix) y ese nuevo artilugio para facturar más y vender muñequitos me rompe soberanamente las pelotas.
Ahora a lo nuestro:
Kill Bill es Tarantino. Uno espera mucho de Tarantino, pretende todo de Tarantino. Uno ama a Tarantino y está esperando desde hace seis años que vuelva a dirigir.
Kill Bill es Tarantino. Sin los diálogos ácidos, increíbles, imposibles de "Perros de la calle", con un 80% menos de situaciones disparatadas y absurdas a lo "Pulp ficcion", con poco guión, casi nada de guión pero con mejor manejo de cámara y mucha, mucha, mucha sangre que sale a borbotones o, mejor dicho, que brota como en los dibujitos animados, con una presión de bidet, maravillosamente roja y fresca.
Kill Bill es Uma Thurman. Esa diosa desgarbada de pies horribles (¿Serán su pies realmente así?) Esa diosa vengadora, la Neo (pero bien, claro está) de este delicioso homenaje a las películas de samurais, a Kung Fú, al cine de acción de Hong Kong y al maestro Bruce Lee.
Kill Bill es un animé japonés, pero con actores. Y el clima está tan bien logrado como uno lo espera de Tarantino.
Maravillas destacables:
El animé real dentro del animé humano. Impecable. Una obra de arte por sí mismo.
Gogó "la ratita japonesa", mala, mala, recontramala.
El Maestro Hattori Hanzo ("Si vos fueras oficial, yo sería emperador", en la discusión con su hijo telenoveladicto, uno de los mejores diálogos del film), personificado por Sonny Chiba, una de las más grandes leyendas de acción de Japon.
La increíble Lucy Liu, en la piel de O-Ren Ishii (cotton mouth, el alias, asquerosamente traducido como mocasín de agua) como la mayor jefa de la mafia japonesa. La pelea en la nieve, el honor del absurdo, el absurdo honorable. Bella, cruel, pero con principios la chica.
La lucha en contrastes azules. (¿Teatro de sombras?)
La música. Como siempre descollante la musicalización de las películas de Tarantino. Adorable el flamencorro de la pelea de las dos guerreras.
Tarantino es Kill Bill. Tarantino sigue jugando con los géneros cinematográficos y con el cómic. Tarantino juega y sigue haciéndolo maravillosamente bien.

Por último, a los de Miramax habría que rebanarles las pelotas con una espada samurai hecha especialmente por Hattori Hanzo.
Habrá que esperar la segunda parte. Las últimas palabras de Bill duelen, molestan, pican, enloquecen, inquietan. Mientras tanto, ver el primer capítulo todas (nunca demasiadas) las veces que sean necesarias.