27.8.03

Fábula del hisopo que no quería ser untado por Pancután o La rebelión de las masas finas.

"Ahora, cansado de esperarte en un andén en Acasuso, son las 11 y ya no hay sol" Luis Alberto Spinetta

Allende el Salvador, en una tibia tarde de primavera, encontrábase un rábano preso de un simil ataque de incertidumbre. Pegada su oreil al teléfono celular, escuchaba una y otra vez una dulce voz que contábale la historia que sigue:

"En algún rincón de Nybergsun, hay una geoda con las axilas secas por el viento y la espera. Cercana al horror vende sus virtudes al emperador de la noche cerrada y tenebrosa.
Mientras tanto, en alguna parte de un pequeño pueblo de pescadores llamado Lavrio, hay una planta de laurel cuyas hojas tienen la propiedad de provocar ataques de melancolía a quien las vea. Ácida y excitante, dilata las pupilas convirtiéndolas en especies de trufas moradas.
En la zona Oeste de Sakahlin existe un manantial alimentado del llanto de cientos de cadáveres que reposan la ira de desoladas focas blancas..."

El rábano tuvo por fin una certeza y la anotó en un papel de calcar, para reproducirla demasiadas veces en diferentes superficies.
En los sitios más insólitos de las ciudades más ignotas del planeta, comenzaron a aparecer leyendas que rezaban la gran verdad.

Moraleja: no des más por el pito que lo que el pito vale.