2.7.03

Requiem

Hace poco menos de tres años, andaba por el mundillo roquense haciendo notejas para una revista eléctrica pedorra por demás. Fué en el primer "otoño pop" que la conocí. Particularmente no me entusiasmaba demasiado ver su recital, pero, comparado con tener que soportar a la "positiva" cretina, fea y patétia Erica García disfrazada de abejita, élla era como un rayo de sol en un amanecer resacoso.
Recuerdo que había muchos grupetes, que todo era larguísimo. Tres días de recitales, nadie me había hecho la gamba y estaba cansada.
Mi bunker era uno de los barcitos. El del primer piso de Museum, (una antigua ferretería de Buenos Aires reciclada en el más hermoso lugar de fiestas que conocí), donde ya me había hecho amiga del barman quién, cervezas de garrón y charla me ayudo a pasar el tiempo.
En eso estaba cuando se acercaron al bar. Ella y Guillermo Picolini, el cantante y mentor de Venus (Sí, el de Los toreros muertos Y Pachuco Cadáver), un demente que me dejó totalmente alucinada con su verborragia y delirio new wave psicodélico mezcla punk. Y ella ahí, escuchando las preguntas boludas que yo hacía.
Era el turno de Bochatón en el escenario. Tenía que bajar a hacer fotos, pero antes de eso manifesté mi interés por conocerlo.
- Yo te lo presento, dijo ella, cuando termine todo venite al camarín.
A partir de ese momento empecé a quererla. Recuerdo algunas cosas de su show, horas más tarde. La austeridad y humildad escénica, la compañía del gran guitarrista Kabusacki, la emotiva versión de Ah! te vi entre las luces de Charly, y el bellísimo cover de Quiero estar entre tus cosas (tema de Melero) a dúo con Bochatón nuevamente en escena.
En el camarín volví a corroborar que, además de una grossa, era una mina de palabra.
Hace unos días, A María Gabriela Epumer le falló el bobo y fué.
Y la verdad es que me dió mucha pena, porque la muerte es una mierda, pero en algunos casos más que en otros.