27.6.03

Degustaciones

Augusto Fede Gustarlez nació con una zanahoria en la cabeza, pero mucho no le afectaba, ya que era surfista y estaba siempre en la cresta de la ola.
Todo el mundo lo señalaba con el dedo y siempre se lo acusaba de robos y cohechos que no había cometido, porque, si algo tenía Fede Gustarlez era el ser genuinamente honrado, como su tío Conrado, que no era Nalé Roxlo, pero escribía para la Revista Ollas y Sartenes. Además era gurmet. (Conrado, no así Augusto, que como dije antes era surfista)
Un buen día de verano, en Praia Brava, una ola lo empujó hasta el fondo del mar (a Augusto, claro) y allí estaba José Luis Guerra que quería ser un pez, para meter su nariz en una pecera de una atorranta que había conocido en Quequén, y estaba practicando.
Se enamoraron a primera vista (ellos dos, la atorranta es un personaje secundario, nomás) y como ofrenda de amor, Augusto le dio a degustar su zanahoria y José Luis le convidó con lomito de atún al escabeche.
Fueron bastante felices hasta que entre ellos se interpuso la
Sirenita, que confundió al primero, con un empleado bancario que había conocido hacía dos días cuando pasaba un barco de Bansud, con rumbo a las Caimanes y escala en Barranquilla.
José Luis Guerra, para darle celos comenzó a salir con el Hombre de la Atlántida, quien le consiguió un puesto importante, en la Editorial del mismo nombre que el lugar de dónde era oriundo.Tiempo después se fueron de vaciones a la Ciudad de Cali y allí se pelearon por cuestiones de Cartel.

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Epilogo:

La Sirenita y Augusto Fede Gustarlez se casaron y se fueron a
vivir a un monoblock de Fuerte Apache, y hoy trafican, entre las jubiladas del Partido de 3 de Febrero, granos de mostaza, yummy frutis y otros productos que hacen traer de Antofagasta. Además, para llegar a fin de mes, ella se desempeña como degustadora de Crema Hinds en el Carrefour de Lomas.
Hoy, José Luis Guerra tiene 58 años, libertad condicional y vive en Connecticut.
El Hombre de la Atlántida, se volvió a idem, para ya nunca más volver.
La atorranta es ahora enfermera del hospital Fiorito y preside la Comisión de Amigos de la Plaza de la localidad del mismo nombre que el anteriormente mencionado nosocomio.
De Conrado nada se sabe, pero todos recuerdan con melancolía los exquisitos canapés que preparaba para los bautismos y, todos juntos, como una gran familia, solían degustar.