19.3.03

Aserrín, aserrán

El techo de mi habitación es de madera. A la altura de mi almohada, millones de termitas laboriosas se encargan de que, con frecuencia, amanezca con el pelo lleno de aserrín. Cada mañana imagino (o quiero imaginar) que ésto sucede por alguna razón mágica, como por ejemplo, que, mientras duermo, una suave lluvia cae para calmarme los sueños.
Siempre es preferible ésto, a pensar que, sencillamente, tengo la cabeza de aserrín.