8.12.02

Odio las fiestas. Cada día que pasa me convenzo más de que la vida perfecta está en la soledad más absoluta, dejando pasar de vez en cuando a dos o tres y no más. si es posible virtualmente. Menos mambo y te hablo cuando quiero.
El problema es que soy un ser social, pero a otro nivel diferente al de tener que compartir mesa con montones de gentes que hablan a los gritos de temas idiotas que no domino porque no veo televisión. El problema es mi terrible necesidad de comunicarme con el resto de congéneres.
Pero lo peor es lo del alcohol. Una fiesta sin alcohol no es fácil de sobrellevar. Todos mis demonios y fobias se retuercen dentro mío. La paso mal. No soy la chica agradable y simpática con la que todos se ríen, tampoco la borracha que detestan. No soy nada.
Sólo quiero ver correr la sangre de todos los hijos de puta que me rodean, hijos de puta que incluso quiero un poco, pero cada vez menos.
No sé si la vida alguna vez se va a convertir en algo vivible. Ayer pensaba en cuáles son o serían las cosas que me hacen o harían feliz y no se me ocurrieron.
Con alcohol todo es una mierda. Sin él también. No sé dónde entonces está la gracia de todo esto. Se perdió el brillo hace mucho y no se cómo fue ni donde. No me di cuenta y ahora es tardísimo.