9.10.02

Cuando el agua es demasiada para mi piel permeable me escurro.
Siempre es así, algo como autodefensa o autodestrucción.
Y cuando comienzan esos síntomas que tanto detesto, toda esa muralla que me contenía se desmorona y quedo patas para arriba como una cucaracha afectada por el Raid.
Lo más feo del caso es que, escurriendo el agua, lo que sale no es agua, sinó un líquido verde parecido a la peor de las ponzoñas. Sale de mi, es inevitable y no quiero morir atragantada. En cambio me da por matar a quienes más cerca tengo en mi amor (lo que sería algo así como un siucidio encubierto, porque ellos, siempre son inmunes, y se salvan) La que muere soy yo.
Mi lucha por ser buena flaquea todo el tiempo. Mostrar las caras bonitas seduce al mundo. Cuando se vienen las feas, los débiles escapan. Quedan aquellos que me quieren de verdad, permanecen allí, esperando el momento de disfrutar mis costados lindos.
Pongo caras, caritas. Me lo dijeron dos personas que son de lo más importante de mi vida. No sé bien cuáles son. No puedo verme, pero les creo.
Algo bueno debe haber en todo eso presumiblemente bueno que hay en mi.
Yo no sé cuales son esas caras.
Sé que hoy no tengo caras, no tengo ganas de gestos ni de pensar demasiado.
Por las dudas, recomiendo no acercarse. Sólo lo pido por mi. Mi capacidad de hacer daño sólo termina en siendo yo la más perjudicada.