3.7.02

Ella parecía encajar, exacta en el cuerpo de cualquier ramera de la Calle 16, pero se sabía asimisma fuera de todo catálogo de lujurias.
El quería sumergir sus anhelos en los dientes apretados de la tarde, pero sólo había un cuerpo rendido y más alla, no había nada.
El conserje del hotel los vio y exclamó indignado.
- Este no es sitio de sucidios colectivos. Arruinaron las sábanas, dijo, mientras el ala de la paloma que esperaba en el dintel de la ventana, refulgía una sangre tan dulce como la de un diabético en coma.