14.6.02

"Lástima, porque el tren es el único modo
humano de viajar. El avión se parece a un
milagro, pero va tan rápido que una llega con
el cuerpo solo, y anda dos o tres días como
sonámbula, hasta que llega el alma atrasada"

(G.G Márquez)


Siempre detrás de mi viene eso que no se ubica en ningún punto fijo. Por eso la ceguera, la indiferencia. Es como una sombra que me esquiva, que juega a gambetear mis pasos. Me adelanto al tiempo, avanzada me encuentro siempre sin llegar a posibles razones, que abran una pequeña brecha por dónde se trasluzca algún chispazo de luz.
La paciencia es un oficio para seres inteligentes. Es como si un deseo me imantara la acción. Reacciono sin ver. No me detengo, no me cansan las horas de correr petrificada en la comodidad de un sillón y unas palabras que parecen titilar cuando las miradas se confunden.
Sólo si mi alma algún día llegase, me siguiera en el viaje; sólo si hubiese un alma por delante, si existiera la certeza, entonces, tal vez habría alguna posibilidad. Estaría amparada por algo superior a la idiotez que todo lo envuelve.
Debe haber un eje, pero es inefable. Se retuerce como el cable del teléfono. Ese que repite infinitamente que el número solicitado no corresponde a ningun alma en servicio, porque las almas no sirven a nadie. Poque las almas no sirven para nada.
Todo no son más que simples lapsus que se me dán. Así que no te preocupes por las incoherencias. Ni siquiera yo sé de que se trata todo esto que a veces quisiera decir. Tampoco entiendo nada.